Por un lado por el peso representado por la opinión de las masas populares, cuya presión incidiría directamente sobre el colectivo de los cristianos, desencadenando y manteniendo las actividades persecutorias contra ellos;
Y por otro por el culto al emperador en el contexto de la obligación presentada a los cristianos de ofrecer sacrificios a las divinidades romanas (dioses paganos).
En cualquier caso hemos de partir del hecho de que la opinión publica desempeñaría, durante los siglos alto imperiales una función relevante en el transcurso de los acontecimientos sociales, hasta convertirse en un factor determinate en el desencadenamiento de las persecuciones contra los adeptos a la religión cristiana, así como a los miembros de la jerarquía de la Iglesia.
Para comprender este cúmulo de circunstancias, hemos de remontarnos hasta el primer siglo de nuestra era, cuando los emperadores Nerón y Dominiciano, darían paso a una conducta persecutoria contra el colectivo de los cristianos como elemento de propaganda de un Estado totalitario a cuyo frente se encontraban.
En la Roma imperial, desde Augusto, maestro de la propaganda y del uso de los recursos que ofrecía la religión en su favor, se construyó un modelo de divinización progresiva del soberano y sus antepasados que se institucionalizó en el culto imperial: : se trataba de una ideología unificadora que constituyó una religión política en la que el ritual imperial al completo actuaba como un medio de propaganda de gran eficacia. Pero el enfrentamiento que tuvieron judíos y cristianos respecto del culto imperial ilustra su ineficacia universal (clave para que se tratase de un modelo verdaderamente útil) y por tanto su quiebra como instrumento propagandístico (de hecho actuaba como una contrapropaganda entre los grupos de judíos y cristianos, que veían el culto imperial como un insulto ante el que llegaban a caber posturas tan radicales como la revuelta o la inmolación). La política de enfrentamiento llevada a cabo contra judíos (que conllevó los terribles episodios de las guerras judaicas) y en menor medida contra cristianos (las persecuciones fueron menos sangrientas que en el caso anterior) resultó inútil frente a la progresiva consolidación del cristianismo universalista y su adaptación a los horizontes cambiantes de la tardoantigüedad (con la crisis del modelo cívico). Se terminó generando un modelo nuevo de combinación de religión, política y propaganda que se ha denominado constantinización, aunque quizá convendría denominarlo ashokización, por la mayor antigüedad de su materialización (y también con la finalidad de ofrecer una posición que intente superar el eurocentrismo).